Filamentos de desprecio
Y al final...
con fibras y filamentos de desprecio,
de ese que descoloca hasta a los muertos,
me tejí la más hermosa de las camisas;
orgulloso por las tardes la cuelgo en una percha,
y por las mañanas, cada vez que la uso,
me siento indestructible por el mundo,
siento ese perfumado amor profundo,
siento que todo esto es para siempre,
y que la camisa me hace fuerte,
pues las estrellas me sonríen y miran,
y mi destino vuelve a ser claro,
entregar hasta mi última gota de energía,
para levatar la construcción de algo,
de algo bueno, duradero,
de algo, plenamente revolucionario.
Una leyeda interestelar
Cuenta la historia que al final de un largo trabajo de observación y experimentación,
obtuvo un sorprendente número: 10^6 Masas Solares de desprecio.
Incrédulo lo chequeó varias veces, pidió cálculos independientes,
pero el número implacable persistió... (y pensar que habían arrancado con
unos cuantos gramos de ilusión y construcción).
El desprecio y la violencia incomprensible rompió la red de sus propios huesos,
y el espacio con sus 10 K de profunda temperatura le congeló las lágrimas.
Hasta llegó a dudar de su propia dignidad y de las buenas intenciones de sus sentimientos y acciones.
Pero unas luciérnagas, de esas que brillan en las nebulosas planetarias,
lo convencieron de que no era por ahí...
Y ya casi perdido en los confines interestelares,
logró entender que nunca hay que normalizar la violencia ni el desprecio,
por el contrario, entendió que había que usarlos con un buen fin,
y así, con todas sus fuerzas juntó lo que pudo de esas 10^6 Masas Solares,
y con sus propias manos formó una estrella,
sin dudas, la estrella más hermosa que alguna vez iluminó a este Universo.